Continúo contando pequeños relatos, historias vividas en primera persona que han transcurrido durante la Semana Santa, y que, aunque son todas muy distinatas entre sí, tienen como nexo común esas maravillosas casualidades, causalidades o señales que, aún usando el razonamiento mas agnóstico, (ese de «yo solo creo en lo que veo») no se les puede negar que sean excepcionales

El primer capítulo fue PADRE y en esta segunda entrada voy a hablaros de algo que pasó algunos años después. Una Madrugá de esas en que no vestí el hábito nazareno, de esas que te quedas viéndola en casa por televisión, de esas que duermes 2 ó 3 horitas y te levantas temprano para ir a buscarlos, a ÉL y a ELLA, por el barrio… de esas en las que acabas diciendo «el año que viene salgo, que ya toca»

Me encontraba viendo el canal Sevilla TV, contemplando a Nuestra Señora de la Esperanza Macarena a su paso por La Campana cuando llamó mucho miatención la conversación que estaban manteniendo los narradores Victor García Rayo y Paco Robles, que afirmaron que la Virgen de la Esperanza, esa que podíamos ver paseándose (y de que manera) por La Campana, la podíamos ver físicamente, pero mas que allí, sin en algún lugar estaba presente, si en algún lugar cobraba mas protagonismo, mas poder, mas fuerza… era en esas estampitas, cuadros, calendarios, azulejos… que estaban presentes en habitaciones de hospitales, mesitas de noches y casas donde son canalizadores de rezos y plegarias de la fe de las personas. Que magnífica conclusión y que gran lección para los macarenos y en especial en este 2020sin pasos en la calle.

Pasaron unos años, y llegó el Martes Santo de 2014, un Martes en el que tras soltar mi cruz en la Escuela de Cristo, dando por finalizada mi estación de penitencia en mi Hermandad de Santa Cruz, encendí mi móvil y recibí la gratísima noticia del nacimiento del hijo de unos amigos muy especiales.

Unos amigos que, tras un año dramático, estaban muy necesitados de que naciera su hijo sano y salvo. Y así fue. La alegría llegaba a sus vidas en forma de retoño.

Decidí visitarles al hospital, el Jueves Santo, por la tarde, poco antes de marcharme a mi casa para vestirme de nazareno. Una Madrugá en la que me ponía la capa macarena, de esas Madrugás que disfrutas de esas horas previas en la Basílica, de esas en las que te duelen los riñones cuando vas de vuelta por la calle Feria, de esas en que piensas «el año que viene la disfruto desde fuera». Pero también de esas en que tras gozar del privilegio de vivir la entrada en la desde el interior de la Basílica dices: «bueno, lo mismo vuelvo a repetir»

Pero vuelvo a la tarde del Jueves. Al ser todo tan precipitado y siendo unos días de mucho lío, no pude pararme a comprar ningún regalito, así que no sabía que llevar, y me dije, «mira, pues este año vas a dar tu primera estampita, ¡¡¡antes de vestirte!!!» iba a llevarles solo una, llevarles mas me parecía excesivo, ya que no son cofrades. Tenía que decidir si sería una de las que tenía para repartir (todas del Sentencia, salía de morado) o de la Macarena. Del Señor tenía un taquito para repartir en La Madrugá, pero de la Señora… busqué por casa y rapidamente di con una, de esas que adquieres en los cultos a lo largo del año.

A pesar de que mi devoción es exactamente la misma hacia uno y otra, me acordé de las palabras de Vítor García Rayo y Paco Robles, y tuve muy clara la decisión. La estampa elegida para llevar sería la de la Esperanza.

«Ay gracias, ponla en la cunita»  me dijo mi amiga, y feliz madre de la criatura.

Ya en casa, y cuando me disponía a vestirme para la noche mas larga sevillana, pensaba «De haber sabido que iban a recibir el detalle con tanto agrado, les habría llevado también una del Cristo»

Pero de repente recibí un whatsapp de mis amigos agnósticos. La estampa que dejé en la cuna ya no lucía sola.

Y es que, es muy cierto eso de que la Esperanza Macarena, donde mas presente está, es en los hospitales. Pero aprovecho estas lineas para añadir que, y si el Señor de la Sentencia no está… ya se encargan sus Armaos de llevarlo.