Hace poco tiempo que nos dejó el inconmensurable y malogrado artista, escritor y no reconocido pregonero Pascual González – vaya para él, mi más sentido homenaje – cuando me vienen a la memoria los ecos de su famosa sevillana del «Cachorro». «El Cachorro nunca ha visto ni Sevilla ni Triana» y yo me atrevería añadir… «Solo ha visto a muchos envidiosos y a otros tantos soplagaitas»
Por desgracia la lista de epítetos sería interminable para nombrar a esta panda o tribu de no se sabe muy bien qué. Sería equipararme con ellos, y uno tiene algo de clase.
A poco días de que comience la cuaresma y volvamos a revivir lo que tanto nos gusta, marcaran nuestras frentes con la ceniza conversora. Nos recordarán que somos polvo y a este volveremos. Todo volverá al comienzo, a los orígenes, a revivir lo recordado en estos años de maldita pandemia, eso sí, lo haremos de manera distinta y teniendo que acatar lo que de alguna manera nos manden desde las altas instituciones,
– a algunos los van a tener que meter en la palangana del Pilatos y cubrirlos hasta la coronilla de ceniza, y ni así- Todo ha comenzado con la polémica del cartel de la Semana Santa. Este año dicho cartel va a traer cola y además lo va a hacer con una ¨mijita¨ de guasa y de retranca por parte de los entendidos, ya que aquí, en la ciudad más hermosa del mundo y probablemente la más envidiosa para según qué, y la menos cicatera a la hora de hacer comentarios despectivos y deshonrosos, somos los primeros
y vamos a meternos todos en hacer de Judas y además lo hacemos de balde. Ya han abofeteado, escupido, prendido, lacerado, sentenciado y crucificado al artista en cuestión como lo hicieron con el Señor. Sin juicio, o prácticamente inexistente. Todos tenemos un doctorado en Arte, otro en sevillanía y algunos hasta en churros con chocolate, pongamos por caso. Pero lo que sí es cierto que este artista ha plasmado a su
modo lo que para él significa la Semana Mayor y lo ha hecho con la portentosa imagen del Cristo trianero.

Te podrá gustar más o menos, incluso nada, ahí no voy a entrar a hacer juicios de ningún tipo o algo que se le parezca, todo es respetable. Lo que no es respetable y haciendo uso de la retórica y de la fina ironía es eso mismo, la falta de
respeto. Yo he leído infinidad de comentarios los cuales no voy a volver a reproducir aquí, pero eso de que no representa el sentir del cofrade sevillano, o esto no es lo que quiere Sevilla… Perdón ¿Le han preguntado a todo el mundo? ¿A todos los cofrades uno
por uno? A mí, desde luego que no. Yo creo que esas ideas recalcitrantes de una, ya no sé si mayoría o minoría parte de la sevillanía están un poco anquilosadas. Huelen a naftalina, a alcanfor y armario cerrado desde el Barroco. Vamos a abrir un poco los ojos
y un tanto la mente, porque la gomina o el rancio Patrico a más de uno no lo deja
pensar. Muchos de estos individuos de traje oscuro, medalla y golpes en el pecho y pañuelo abullonado en la solapa son después los que más deberían de mirarse el ombligo a la hora de hablar mal de alguien o más bien a la hora de realizar actos bastantes deleznables y que no tienen nada que ver con el sentimiento cofrade sevillano y ahí dejo ese balón rodando y flojito para que lo empuje quien quiera. Estamos
haciéndole un flaco favor a nuestra ciudad, ya que presumimos de ser una ciudad moderna y cosmopolita, (ahí discrepo un tanto) A nuestra idiosincrasia y a nuestra Semana Santa. Pero bueno, polémica aparte, sin mentar los otros tantos comentarios y opiniones vertidas acerca de las medidas pandémicas, que es harina de otro costal, ya que aquí seguimos teniendo los mismos virólogos que antes o incluso más. Lo que verdaderamente nos atañe es lo que nos queda por venir en estos cuarenta días, que espero sean de recogimiento, de reflexión, y sobre todo de conversión, aunque solo sea por esa insignificante cifra de cuarenta días anuales y no solamente sean días de
ensayos, tertulias, cultos, de soldaditos de pavías y de croquetas en Casa Ricardo. Así que, con los nervios metidos en el estómago sonando como el redoble del tambor de Pepe Hidalgo, uno que se despide desempolvando la caja de los costales y demás avíos.
Que disfruten de lo que tiene que venir, y lo hagan con mucha precaución.
Jesús Gandul
