Soy jartible, tela, y cada año más. Pero que se me malinterprete, esto no significa que me lleve escuchando los 365 días del año marchas de Semana Santa y viendo videos de cofradías. Me gusta estar al corriente de la actualidad cofrade, sí, pero intento dosificarla para que no me desvíe de los asuntos que marcan y tienen relevancia en mi vida.

Digo esto porque, por estas fechas, son muchos los que me dicen «Quillo, ¿qué? tendrás al vecino hartito de escuchar bandas y oler incienso ¿no?» Nada más lejos de la realidad. A pesar de vivir la Cuaresma con intensidad, cuando se acercan los días previos a nuestra Semana Mayor (concretamente desde el Domingo de Pregón en adelante) soy ese jugador de fútbol que, de rumbo en autobús al estadio, se pone los cascos con música… Bueno, música… lo que escuchan ahora del «papi, mami, nena, tú sabes» Pues eso, a lo que iba, me pongo mis cascos estos días y me pongo a escuchar rock, heavy y todo ese tipo de música que se creen algunos que no escuchamos los cofrades. Me gusta desconectar, hacer mi paraíta para no llegar sobresaturado a la mejor semana que puede vivir un cofrade sevillano.

Porque, además, lo de estar constantemente contando los días y las horas te crea ansiedad, te llena de impaciencia y te crea unas expectativas de algo que, lo mismo, no sucede como quieras que suceda. Y si no me creéis, preguntadle a dos estudiantes que llegan al día del examen. Preguntadles. A uno que está hasta el último segundo repasando las hojas del temario y al que llega tranquilo y relajado sabiendo que ha estudiado lo justo y necesario.

Preguntadles, a ver quien obtuvo mejor resultado.