Iba a entregarme en cuerpo y alma a la Esperanza Macarena. Pero mientras la esperaba en Amor de Dios se me vino a la mente algo «Quillo, si ya la viste ayer, si ya viviste, te emocionaste… 6 horas buscándola y encontrándola… ¿Hoy qué? ¿No tuviste suficiente ya?» Si hasta te llevaste a un amigo a una revirá diciéndole «Creo que aquí la vamos a ver fenomenal» y te derrumbaste con él (hermano de Los Estudiantes) cuando resulta que, encima, aparte de verla en primera fila suena una marcha dedicada a su hermandad.
¿Que más? por Dios y su Madre Santísima, ¿Que más iba a encontrar?
Pues eso, que me encontraba en Amor de Dios esperándola con unos amigos. Y en esas que llega Ella, imponiendo su majestuosidad. Ni 19 horas había pasado desde la última vez que la ví y parecía que había pasado un mes. Y es que Einstein afirmó que el tiempo es relativo. Y digo yo, que se hubiese ahorrado no se cuantas fórmulas y quebraderos de cabeza si hubiese tenido en cuenta en que el tiempo pasa de distinta manera entre que ves una vez y otra a la Esperanza Macarena.

Y después me fui a la Alameda, y después a calle Feria, después ya me fui solo a Parras, para al final irme a recibirla tras su Arco. Y allí, encima a sonar «Siempre Macarena» una marcha que significa mucho en lo personal. No estaba ni cerca, pero me clavó la mirada, y al de mi lado, y al de delante, y al de atrás…. como cuando entras en la Basílica. Y en esas, que las velas… y su luz… y esa mecida… y esa cara… y esos ojos… Y ya me derrumbo, me rompo. Y después llega el momento del himno macareno. Entra Ella y tú te vas. Y cuando se rompen filas, se dispersan los grupos pero también compruebas que no eras el único que había ido solo. Cada uno con su historia. No intentéis comprenderlo. Si dicen que cada persona es un mundo, imaginaos el mundo de alguien de la Macarena.
Pues eso. Dos tazas, amigos. Y si me dan una tercera, también me la bebo.

